PALABRAS
DEL DR DANDRY LEONARDO OMAÑA CASANOVA
CON
MOTIVO DE LA SESION SOLEMNE DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DEL TACHIRA CON
MOTIVO DE SU INCORPORACION COMO MIEMBRO HONORARIO
VIERNES
29 DE NOVIEMBRE 2013
"El futuro tiene
muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los Temerosos, lo
desconocido.
Para los valientes es
la Oportunidad."
Víctor Hugo
Esta Sesión Solemne representa la gran oportunidad de ser
consecuente con mi historia personal pues como ser humano siempre he creído ser
un cronista que en su andar a estado en constante percepción de la realidad
partiendo de la heredad fundamentada en el Ejemplo legado por mis ancestros
especialmente mi madre Ana Aurora Casanova Ramírez una gran educadora y mi
Abuela María Antonina Ramírez, y además reencontrarme con mis albricias
campesinas. De ellas aprendí a ser agradecido, es del Bien Nacido ser agradecido.
Fui formado en este paisaje natural admirando los verdes y azules de nuestras
enhiestas montañas en el cual las montañas parecieran beber de las nubes el
agua que da energía y fuerza a la estirpe tachirense. Y que buena ocasión para
agradecer a Dios, a mi santa matrona de la Consolación y Guadalupe y ante esta
ilustre academia acá representada por sus distinguidos e ilustres directivos e individuos
de número y los invitados especiales, lo
generosa que ha sido la vida conmigo y por eso siento que acá estamos todos movidos
por el afecto, por la academia y por la sensación en estos momentos cruciales
de la historia tachirense de que solo los caminos de luz señalarán el sendero
seguro del destino. Al cual además se une como coincidencias del destino la
conmemoración del día del humanismo mundial y muy especialmente para nosotros
los doscientos treinta y un años del Natalicio de Don Andrés Bello El Ilustre
Americano. Que grata es la vida por cuanto en esas ditirámbicas sinergias
llegaron en días pasados a mis manos unos pensamientos profundos y además
aleccionadores expresados por nuestro máximo representante de las letras americanas
uno en el periódico El Araucano publicado del 5 al 12 de agosto de 1836 cito
"...nunca puede ser excesivo el celo de los gobiernos en un asunto de
tanta trascendencia. Fomentar los establecimientos públicos destinados a una
corta porción del pueblo no es fomentar la educación, porque no basta con formar
hombres hábiles en las altas profesiones; es preciso formas ciudadanos útiles,
es preciso mejorar la sociedad y esto no se puede conseguir sin abrir el campo
de los adelantamientos a la parte más numerosa de ella. ¿Qué haremos con tener
oradores, jurisconsultos y estadistas si la masa del pueblo vive sumergida en
la noche de la ignorancia y ni puede cooperar en la parte que le toca en la
marcha de los negocios ni en la riqueza, ni ganar aquel bienestar a que es
acreedora la gran mayoría del Estado? No fijar la vista en los medios más a
propósito para educarla sería no interesarla en la prosperidad nacional".
Y el otro correspondiente al discurso de instalación de la Universidad de
Chile, el 17 de septiembre de 1843 cuando refiriéndose a la Academia representado
por el en La universidad manifestó “…. Señores, no sería digna de ocupar un
lugar en nuestras instituciones sociales si (como murmuran algunos ecos oscuros
de declamaciones antiguas) el culto de las ciencias y de las letras pudiese
mirarse como peligroso bajo un punto de vista moral o bajo un punto de vista
político. La moral (que yo no separo de la religión) es la vida misma de la sociedad,
la libertad es el estímulo que da vigor sano y es el estímulo que da vigor sano
y actividad fecunda a las instituciones sociales". Para en otro aspecto
del discurso asentir al decir: "Yo, ciertamente, soy de los que miran la instrucción
general, la educación del pueblo, como uno de los objetos más importantes y
privilegiados a que puede dirigir su atención el gobierno, como una necesidad
primera y urgente, como la base de todo sólido progreso; como el cimiento
indispensable de las instituciones republicanas". Comparto y suscribo con
el respeto debido totalmente lo referido en estas palabras por cuanto
representan en el hoy como ayer el verdadero camino y sentir de los académicos
y consustancian el deber ser y sangre vital de instituciones como la Academia
de la historia del Táchira, que a bien a tenido acoger en su seno a este
humilde servidor, ireverente y osado, que en sus andanzas por la vida se
atrevió a profundizar en la historia y el pensamiento del Filósofo Alemán Friedrich
Nietzsche fruto de abundantes lecturas y una exploración de la figura de Dionisio,
del arquetipo de lo dionisiaco, como expresión del espíritu libre, del numen
creativo que deviene más adelante en la voluntad de poderío, cuando hoy estamos
frente a un gran progreso de la ciencia frente a un evidente y confrontado gran
atraso de la conciencia del hombre. Me preguntaba en momentos de reflexión que
la vida nos impone el significado que tiene asumir nuevos retos en la vida e
inmediatamente me invadieron los recuerdos de cuando siendo un infante veía a
mi madre y maestra con toda la energía y el vigor de la vida, iniciar su faena
diaria, ir a cumplir con el apostolado sagrado de ejercer el magisterio. Cuán
lejos estaba de pensar que esa misión de vida estaría signada por alguien que
ostentando el poder público decidiría el momento de cese de actividades de la
maestra en la noble tarea para la cual había sido formada en los salones de la
gloriosa escuela normal caraqueña la “Gran Colombia” ahhhh la vi retirarse con
alegría, con la energía intacta y el espíritu libre como el gran Filósofo
Alemán Friedrich Nietzsche si, retirada en paz con la vida, pues enseño en libertad
y para la libertad de allí vengo, hijo de esta artesana de la humanidad que
obviamente para mi tiene el mismo fondo de alegría y nostalgia que
inevitablemente se vive con el cierre de cada ciclo en la existencia. Esta
manera sentida y amable de perpetuar la labor pedagógica de este humilde
servidor es un reconocimiento que la Academia de la historia del Táchira, la
vida y los amigos nos da, pero ante esa muestra de generosidad no resta sino mostrar
humilde gratitud, y confirmar que me siento intervenido por la incertidumbre de
si habré sido lo suficientemente dado, en cada acto y en cada circunstancia en
la que se me requirió. Por lo anteriormente expuesto y como hombre emotivo y anhelante,
siento la cálida presencia de los que me rodean, y en la medida de lo posible,
siempre he intentado borrar las distancias que nacen de la incomprensión, pero
igual reconozco mi tendencia individualista y mi vocación a disentir, lo cual
me ha llevado, en algunas ocasiones, a merecer la reputación de hombre rebelde,
aunque en ello no vea más que una forma de responder a las contradicciones que
la vida humana manifiesta en su profundidad y desafío. En ese diálogo interior
que cada quien sostiene consigo mismo, en esa revelación de los abismos
interiores que se descubren nada más que en ciertos instantes, he llegado a entrever la fortuna que significa tener un
motivo de vida, una razón de ser, pero más profundo me parece este sentido si en
su ejercicio alcanza a los demás, si en su acción permanente contribuye a
elevar la calidad de vida y la esperanza de otros seres humanos. Por eso elegí
la educación como oficio de referencia, y reconozco que por su mediación he
recibido mucho más de lo que he dado, porque el esfuerzo mismo de dar a otros
las herramientas para su propia valía, se ha constituido para mí en una ascesis
espiritual, en una fe reconfortante de que en el Hombre hay muchas más razones de
esperanza y salvación que de fracaso y condena.
En este quehacer sin tregua que es la ser cronista perceptor de la
vida por medio de la docencia, también he conseguido lo que sin arrogancia
pudiéramos llamar una actitud ante la existencia, y esta actitud se resume en
el reconocimiento que debemos tener de lo que nos falta, cada vez que
alcanzamos una nueva comprensión; en la certeza de que el camino es equívoco e
inagotable; en la convicción de que la plenitud solamente se alcanza cuando nos entregamos sin reservas a las exigencias de
nuestra misión.
Señores hasta donde he podido, he sido fiel a la que he creído mi misión
en el mundo, que se expresa a través de los actos reiterados, de mis escritos,
de mis programas de radio, de mis comentarios medulares, pero más allá de
ellos, reconozco que hay obligaciones, cuyo origen y destino están por encima
de la razón histórica, y son las que tienen que ver con el alma, con la
perfección de sí mismo, en un mundo que desatiende en forma soberbia y
constante el derecho de cada hombre a encontrar su propio centro. No desespero
sin embargo de esta condición. Al contrario, presiento que en ese contrapunto
entre lo anhelado y lo negado, se encuentra justamente el camino de la
individualidad y la diferenciación, sin las cuales no se puede reconocer el verdadero
rostro del mundo.
En este punto quiero detenerme un momento. Fue hace un tiempo
apenas cuando reparé en la expectativa que tanta gente tiene de nosotros los
académicos, y la poca elaboración que brindamos como respuesta a ese discreto y
silencioso llamado. Como si esperaran algo especial, un punto y aparte o algo
parecido, el ciudadano, se entrega ansioso de recibir alguna verdad que
transforme, o por lo menos conmueva, la sensación de vacío en la que transcurre
muchas veces su vida. Con algo de tristeza he visto cómo en ellos se desmorona
esta esperanza, al descubrir que los espacios para que los intelectuales, los
llamados a ser voz y letra de la historia y del relato vivido, con gran
esfuerzo y pericia aprendida ven
reducida cada día más la posibilidad y espacio para expresarse y tener en
ebullición la memoria histórica de la sociedad. Frente a esto los espacios
ocupados, sobre los aspectos fundamentales de la vida, no tienen casi nada que decir.
Esta verdad de Perogrullo, al parecer no produce ningún asombro en una sociedad
acostumbrada a las novedades permanentes, pero cómo no recordar la majestad y
sabiduría de nuestros académicos pasados, en quienes la lectura de los clásicos
era tan natural como su propia vestimenta, y a quienes consultábamos sobre cualquier
suceso, por misterioso y lejano que fuera, y siempre recibíamos una sobria
respuesta, o por lo menos el consuelo de la clarificación. Yo me formé en ese
ideal, en el respeto de la figura patriarcal de los viejos maestros. De esa luz
me he servido para no extraviarme en las sombras de la indefinición, y para no
olvidar que la verdadera sabiduría nos ayuda a comprender lo grande y lo
pequeño, lo inmediato y lo trascendente, lo propio y lo ajeno, como
pertenecientes a un mismo universo, que todo forma parte de la misma unidad, y
que somos nosotros, los forjadores de esa ambigüedad que distorsiona la
existencia. Hoy cuando me encuentro reconocido por esta ilustre academia sentí
que un ciclo abre, y en la continuidad de la vida, están otras rutas para transitar
ya que en lo sucesivo, otros afanes que cubrirán cada día, pero siempre con la
marca de muchos años entregados a la crónica cotidiana y a la educación. El
destino me trae de nuevo, me brinda la posibilidad de continuar, Ya finalizando
entonces mi gracia es Dandry Leonardo Omaña Casanova, nacido un 21 de Agosto de
Mil Novecientos Cincuenta y Cuatro en la llamada Perla del Torbes la ciudad de
Táriba en el Estado Táchira, allí comencé a pincelar mi vida. Y
aquí termino recordando esa bella estrofa del emblemático bambuco las Brisas
del Torbes del compositor Luis F. Ramón y Rivera:
En la noche canta
la brisa sobre el Torbes
es como flor de los Andes
es como el café de aquí.
Vengan todos cantando,
vengan todos riendo,
sobre colinas verdes
la paz del alma vuelve a mí.
Brisas del Torbes
verdes colinas, dulce vivir.
Agradecido bien nacido
GRACIAS!
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